Tradición en extinción


Este año y a fecha de hoy sólo he recibido dos tarjetas de Navidad, curiosamente de amigos que están a poca distancia y a los que suelo ver varias veces a lo largo del año. Siempre fui de la opinión de que esa fórmula, la de la tarjeta manuscrita, es la más entrañable de las que jamás he conocido, y aunque este año la pereza me ha hecho claudicar hacia otros canales cada vez más populares, no dejo de evocar esos momentos de compartir pluma, sentimientos y saludos personalizados con la familia y los amigos.

Curiosamente se da una circunstancia y es que, analizando un poco el asunto de mi particular emisión de tarjetas navideñas he sido consciente de que la gran mayoría de las felicitaciones recibidas, se producían después de que llegasen a su destino tan madrugadoras misivas (siempre solía redactarlas en el puente de la Inmaculada) y a medida que he ido discriminado algunos/as destinatarios/as, sobre todo por la falta de reciprocidad, me he encontrado con esta situación actual que bien merece un análisis y sobre todo una reflexión al respecto del valor que uno representa para los demás.

Existen varias explicaciones al respecto: primera, presuntamente quien me enviaba una felicitación lo hacía movido por el compromiso que suponía haber recibido la mía y por tanto, una amistad superficial y carente de ningún valor; segunda, que probablemente el precio de las tarjetas más el sello no permita demasiadas licencias dado los tiempos que corren;y tercera, que haya quien piense que lo importante es hacerse presente en estas fechas, aunque sea con un e-mail, un sms o una de esas tarjetas digitales que proliferan por doquier en la red, más baratas mucho más sencillas de redactar y de enviar.

Como quiera que sea, y por cualquiera de estos motivos, o quizás por un conglomerado de todos ellos, este año he dejado de enviar y recibir este tipo de felicitaciones, lo que denota que de alguna manera u otra es una tradición a extinguir (me refiero a la tarjeta escrita a mano con mensaje personalizado) y por tanto a proteger, especialmente a través de la educación y la enseñanza, aunque también en la familia.

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