El matrimonio como vocación

Hoy día, existen muchas formas de uniones entre personas en función del sexo y opción sexual, y también en función del rito que se desee utilizar para establecer la unión pública de dos personas que se quieren y desean conformar una familia. Respeto la libertad de elección, como respeto las diferentes formas que cada cual elija a la hora de casarse, como quiera y con quien quiera. Evidentemente, yo tengo mi propia visión y esa es precisamente la que me llevó al altar en una iglesia católica, con un sacerdote y con un rito en el que creo y con el que me siento identificado, que no es otro que el sacramento del matrimonio católico.
Independientemente del rito y la forma, es importante destacar -y así se lo transmito a quienes quieren abordar el matrimonio- que la vida en pareja de hecho y derecho, bajo el paraguas del matrimonio, no es fácil. De la misma manera que en la vida existen vocaciones, el matrimonio también lo es, necesita de una alimentación constante en valores, y un esfuerzo diario de convivencia, tolerancia, solidaridad. Me sorprenden mucho algunas opiniones, de gente de mi entorno, que afirman vivir en una eterna luna de miel, cuando quienes practicamos por vocación y confiamos plenamente en este modo de vida, familiar y entrañable, sabemos de las sombras y de las dificultades que también las hay. No todo es un camino de rosas y en eso, precisamente en salvar y superar obstáculos, estriba la vocación a la que antes me refería.
En cualquier caso, después de 8 años, no me arrepiento de nada de lo que he hecho, y si pudiera volvería a casarme otra vez y con la misma persona. Espero, por tanto, que dentro de algunos años, pueda seguir opinando lo mismo, eso significaría que aún mantengo vivo el espíritu del matrimonio, la perseverancia y por supuesto, la vocación.
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