El encuentro con los Sant Yago
Es increíble como el destino que uno no prepara hace que existan encuentros emocionantes y cargados de sentimientos, estrechamente relacionados con las creencias y formas de asimilar ciertos aspectos de la vida, que nos conducen hacia esporádicas vivencias que no por su fugaz aparición están exentas de un componente profundo de valores -desgraciadamente hoy en crisis- como la amistad, el amor, la paz...
Hace pocos días compartí momentos con un grupo de niños y niñas, jóvenes cristianos, que abanderados por un mismo estandarte , han llegado el Santuario de Guadalupe para profundizar en el significado de este lugar y sus encantos naturales y patrimoniales.
Acompañado por mi hijo César, a su manera también cautivado por ellos, tuvimos la oportunidad de transmitirles lo que amamos a esta tierra, lo que significa para nosotros vivir en un pueblo de menos de 2.500 habitantes, de estar muy lejos de todos los lugares y de tener el privilegio de estar donde estamos. El grupo de niños y niñas, curiosos y tremendamente respetuosos con quién les hablaba desde el corazón, pertenecen a los Scout Sant Yago de Cáceres, magistralmente coordinados por mi amigo Carlos, con quién también el destino quiso que me tropezase un buen día, y al que admiro y respeto mucho.
Estas pequeñas cosas son las que le hacen crecer a uno, las que le dotan de una sensibilidad especial y las que justifican de manera muy nítida que hay algo, que no controlamos, que nos mueve y cuya existencia, sin su fuerza, resultaría totalmente diferente.
Os traigo un fragmento del concierto de órgano que Fray David Ortiz nos ofreció en una velada inolvidable.
Hace pocos días compartí momentos con un grupo de niños y niñas, jóvenes cristianos, que abanderados por un mismo estandarte , han llegado el Santuario de Guadalupe para profundizar en el significado de este lugar y sus encantos naturales y patrimoniales.
Acompañado por mi hijo César, a su manera también cautivado por ellos, tuvimos la oportunidad de transmitirles lo que amamos a esta tierra, lo que significa para nosotros vivir en un pueblo de menos de 2.500 habitantes, de estar muy lejos de todos los lugares y de tener el privilegio de estar donde estamos. El grupo de niños y niñas, curiosos y tremendamente respetuosos con quién les hablaba desde el corazón, pertenecen a los Scout Sant Yago de Cáceres, magistralmente coordinados por mi amigo Carlos, con quién también el destino quiso que me tropezase un buen día, y al que admiro y respeto mucho.
Estas pequeñas cosas son las que le hacen crecer a uno, las que le dotan de una sensibilidad especial y las que justifican de manera muy nítida que hay algo, que no controlamos, que nos mueve y cuya existencia, sin su fuerza, resultaría totalmente diferente.
Os traigo un fragmento del concierto de órgano que Fray David Ortiz nos ofreció en una velada inolvidable.
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