La nueva Extremadura rural
Cada pueblo, cada comarca, tiene sus propias potencialidades y particularidades que le imprimen un carácter propio y que le diferencian del resto. Esa genuina especificidad puede estar relacionada con la cultura, con el paisaje, con la gastronomía, con el lenguaje, con la arquitectura, o con cualquiera otra de las que componen la autenticidad de un determinado espacio físico. Demasiadas veces nos afanamos en construir nuestro futuro y nuestro desarrollo basándonos en la introducción de modelos importados, muy vulnerables a las continuas transformaciones a las que se somete el medio rural y que sin darnos cuenta absorben - a veces de manera irreversible- ese elemento de originalidad que nos ha caracterizado, y sobre el que se basa nuestra estructura social y nuestra manera de ser como pueblo.
Está claro que quienes tienen la responsabilidad de planificar y diseñar políticas y programas de diversificación económica y de fijación de población en el mundo rural, mayoritario en Extremadura, han de tener en cuenta estas cuestiones, sobre todo porque se ha demostrado, y el Valle del Jerte es un buen ejemplo, que esas connotaciones propias y esa autenticidad, son las que posibilitan el progreso de estas zonas, permiten la creación de nuevas oportunidades y además, dan pie a que todos nos identifiquemos con ellas, fundamentalmente por los valores que representan, basados en el afán continuo de superación, en no mirar atrás y confiar en uno mismo, y en un profundo deseo de permanecer en la tierra a toda costa. Son sin duda, los elementos que caracterizan a una nueva Extremadura rural sin complejos que se abre camino en el mundo.
Comentarios