Implicación, compromiso y concertación

La semana pasada el paro en nuestro país volvió a alcanzar su máximo, rozando ya la cifra de los seis millones de parados. Mucho me temo que a base de tanto hablar de ello parece que se genere una especie de inmunización colectiva que nos va anestesiando y nos prepara para las próximas estadísticas, que según parece van a volver a batir todos los récords.

A la hora de buscar culpables todas las miradas apuntan a la clase política en el poder, que sigue haciendo caso omiso al clamor popular y a las necesidades sociales acuciantes que surgen entre la ciudadanía. Todo ello  frente a una complicidad permanente con los poderes económicos -llamados mercados-  que siguen marcando el rumbo de un barco que navega a la deriva, con un timonel ajeno a los vientos reinantes y una tripulación sumisa, mercenaria de un poder económico, sin escrúpulos y a juzgar por sus proezas, con poca vocación democrática y mucho menos, humanitaria.

Es obvio que buena parte de la culpa la tienen las nefastas políticas que se vienen desarrollando en este país, en la última etapa de Zapatero y ahora, en este poco más de un año de gobierno de la derecha en España. No lo digo yo, porque obviamente no soy imparcial, sino es la opinión generalizada de un electorado cabreado, desilusionado e indignado con ellos, especialmente por el desinterés hacia los más débiles y esa afinidad hacia los más fuertes, las grandes fortunas, los defraudadores, los banqueros y los corruptos.

Está claro que existe un importante componente institucional que no podemos controlar, al menos tal y como están conformadas las leyes (de partidos, electoral y otras) en estos momentos (votamos cada cuatro años y hasta entonces no hay posibilidades de cambio intermedias). Sin embargo como ciudadanos sí podemos aportar nuestro granito de arena, de manera individual y colectiva, para que esto no vaya a más. Esto obviamente pasa por un mayor compromiso y solidaridad hacia quiénes peor lo pasan como consecuencia de esto. También por una mayor implicación en la lucha y en la defensa colectiva de algunos intereses públicos que tanto nos ha costado levantar y construir, tales como la educación, la sanidad o los propios servicios sociales.

Parece lógico pensar que la peor de las actitudes es la de la resignación y el miedo, la del conformismo hacia lo que parece evidente e inevitable. Hay quienes saben de estas y las manipulan a su antojo de manera intencionada y con el único fin de disipar y extirpar cualquier brote de rebeldía y de unidad que emane de las bases sociales. Esto no lo digo yo, forma parte de la historia y es un comportamiento propio de ciertas ideologías que auspiciadas en las mayorías democráticas y en el marco de contextos desfavorables, como el que ahora nos azota, han encontrado la más perversa de las fórmulas para la manipulación, el camuflaje y no sé si también, cierta opresión hacia los más débiles, que a la postre son siempre los más perjudicados.

Si existe un atisbo de esperanza en todo este entramado, con fuerza suficiente para poder cambiar el rumbo de las cosas, es sin duda el amplio abánico de sectores o clases sociales afectados, que podría posibilitar una concertación de intereses que provocasen una rebelión con mayúsculas,capaz de romper con esta tendencia y recuperar buena parte de lo que ya hemos perdido. Ojalá llegue pronto.

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