Primero de mayo


Aprendí a conocer el verdadero sentido y espíritu reivindicativo del primero de mayo hace ya más de 26 años, de manos del jesuita José Barcenas, un cura de izquierdas con el que me topé en la Universidad Laboral de Gijón cuando estudiaba segundo de bachillerato. Además de hacerme comprender muchas cosas y de profundizar en la historia de los movimientos de izquierda surgidos desde la clase obrera a finales del siglo pasado y más tarde, me inculcó algunos valores que aún hoy forman parte de mi y me han venido acompañando en todos estos años. Resulta obvio que en el seno de mi familia, con un padre albañil y una madre jornalera, también aprendí a través de ellos alguno de los sinsabores y de las consecuencias del abuso, el feudalismo -aún en activo- de finales de siglo XX , la vulneración de algunos derechos y el amedrentamiento de quien tiene el poder económico y del trabajo. El carácter inconformista, rebelde y reivindicativo de mi ideología y mi compromiso con algunos valores -actualmente en clara regresión- me llevaron a formar parte años más tarde de los movimientos estudiantiles de la Universidad de Sevilla y posteriormente a afiliarme a un partido de izquierdas con el que me siento a gusto y desde donde creo puedo contribuir a cambiar las cosas, máxime en tiempos tan complejos en los que a pesar de que la clase política está claramente desprestigiada, se da la paradoja -o al menos así lo creo- de que es cuando más se necesita a los políticos, para que marquen el rumbo de la sociedad y no nos dejemos lastrar por los intereses de terceros que nos llevan hacia destinos alejados de los intereses generales de los ciudadanos.

Estos días, cuando en nuestro país la crisis azota de manera intensa a la economía y se están batiendo cada mes las cifras del desempleo, hay quien tiene la poca decencia de criticar o poner en duda el derecho a la manifestación, y de una manera poco afortunada intentar difuminar o desviar el sentido de las mismas con un claro interés partidista. Parece poco probable que hechos como los acaecidos en Chicago hace doscientos cinco años (en los que unos obreros fueron ejecutados por echarse a la calle y reivindicar alguno de los derechos laborales que hoy siguen en vigor) puedan volver a suceder. Sin embargo, hay muchas maneras de ejecutar, de represaliar y de vulnerar estos derechos constitucionales y totalmente legítimos, como son la manipulación mediática, la amenaza y la prepotencia ante una mayoría parlamentaria y sobre todo, la expropiación del estado de bienestar mediante la adopción de medidas que siguen asfixiando a la clase obrera y a los más débiles y necesitados.

Parece lógico pensar que la vigencia de esta fiesta, de esta efemérides, está totalmente justificada y se hace imprescindible, máxime cuando existe una reforma laboral en vigor que ataca y lesiona gravemente los derechos logrados durante estos dos últimos siglos.

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