Aniversario Movimiento 15 M

Hoy se celebra la festividad de San Isidro, patrón de muchos lugares y también de los agricultores y de los ingenieros agrónomos (superiores, técnicos y peritos) a cuyo gremio pertenezco. Eso que puede ser importante y trascendental, es realmente banal comparado con lo que ha supuesto el movimiento 15 M en nuestro país y lo que significaba -y significa- en los tiempos complicados que nos toca vivir, donde la política camina en dirección opuesta a la ciudadanía y en los que la sociedad, harta de algunos sectores como la banca, no alcanza a comprender algunos privilegios y desigualdades que las acciones de los primeros en connivencia con los segundos nos dirigen a un túnel oscuro cuya salida no se atisba a divisar en el horizonte.

En contra de lo que pretenden hacernos creer y a pesar de la pasividad con la que muchos ciudadanos- entre los que me incluyo- observamos este movimiento, la vitalidad de este germen de rabia social está más que asegurada a juzgar por sus hechos y su capacidad de convocatoria, especialmente vinculada a las redes sociales e Internet, canales de un impacto realmente sorprendente y con un arraigo cada vez más profundo en nuestra sociedad. En este espacio y con una clara vocación asamblearia y por tanto democrática, nos esgrimen los motivos y las propuestas concretas que entienden deben ser llevadas a cabo para mejorar el sistema y la relación política-sociedad. Son un listado de intenciones y de sueños compartidos por una inmensa mayoría de ciudadanos y también de muchos políticos que empatizan con el movimiento.

Es digno de elogiar que en una democracia jovencísima como la española, y especialmente impulsados por la crisis económica y sus terribles consecuencias, los indignados se echasen a la calle y tomasen las plazas para iniciar un punto de inflexión en la curva de nuestra trayectoria democrática y sobre todo un cambio de rumbo -con sus partidarios y detractores - en la historia de nuestro sistema político, que cuando menos invita a la reflexión y el análisis, y que se ha convertido en un auténtico foco de ideas y un canto a la esperanza de la ciudadanía, que se sabe y siente más castigada por los desequilibrios que el sistema genera en muchos aspectos. Sin duda un retorno al pasado, a la lucha en la calle y a la defensa convencida de algunos de los valores que jamás se debieron perder, especialmente entre los más jóvenes, a los que se les achacaba un cierto letargo, fruto igualmente del contexto y entramado sociopolítico al que nos han conducido -no digo intencionadamente- las acciones gubernativas de quienes de manera democrática, o al menos conforme a un marco legal, tenían el poder y la potestad para ello.

Tengo que confesar que el pasado sábado abogaba por recuperar la calle, por volver a tomar las plazas con tiendas y sacos. Posiblemente lo hacía con el corazón más que con la cabeza, que obviamente se enmarcaba en un contexto legal. A buen seguro lo hacía para poner a prueba a este gobierno que en tan poco tiempo ha generado más retroceso que en toda la democracia... Son muchas sensaciones y muy contrapuestas.

A pesar de todo, con la que está cayendo y con la que puede caer, necesitamos que este activismo siga creciendo y contagiándonos a todos. No sólo por nosotros mismos sino por nuestros hijos y nietos. No debemos permitir que nuestra vida y nuestro destino los marquen unas cifras macroeconómicas y unos entes conformados en torno a ellas, que solo entienden de negocio y para nada de justicia social, bienestar social, igualdad, solidaridad... y todos esos valores que tantos años nos costó conseguir.



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