Cuando seas padre...

El hecho de que casi el 50% de los muertos en accidente de tráfico que perecieron en la pasada Semana Santa no llevase puesto el cinturón de seguridad, es gravemente preocupante, de un modo especial para quienes aún no tienen la madurez y la capacidad de decisión como para asumir la responsabilidad que eso conlleva. Me refiero al papel de los niños y la obligatoriedad de viajar con las sillas homologadas o elementos similares.

Que un adulto no lleve puesto el cinturón de seguridad es algo grave, pero única y exclusivamente responsabilidad de sí mismo, asumiendo por tanto el riesgo de manera individual. Lo que más me preocupa, como ciudadano y como padre, es que niños, bajo la tutela y supervisión de personas adultas -se entiende responsables y maduras- padezcan y sufran las consecuencias de los accidentes de tráfico, en el peor de los casos que pierdan su propia vida, y todo ello por una negligencia y pasividad absoluta de sus progenitores.

Estamos hartos de ver escenas diarias, en pueblos y ciudades, que avalan muy a las claras esta opinión: niños y niñas que se desplazan en vehículos sin las sillas homologadas para ello, así como bebés que en brazos de copilotos negligentes arriesgan su vida de manera habitual y permanente. Sin lugar a dudas una bomba de relojería, cuya detonación es única y exclusiva competencia de quienes, saltándose todo tipo de reglas y normas, juegan a una especie de ruleta rusa con los más pequeños y desprotegidos.

A lo mejor debemos empezar a atajar esta situación desde la osadía y el coraje necesarios para denunciar de manera personalizada ante quien corresponde tanto atropello y tanta, yo diría, falta de cariño paternal. A establecer medidas de formación -aunque pueda parecer descabellado- para quienes quieren ejercer de padres y madres, para con ello lograr esa madurez e inculcar ese grado de responsabilidad que parece haberse olvidado en muchos casos.



Artículo publicado el día 13 de mayo de 2006 en el diario Extremadura

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