La sentencia del Estatut

La que han montado en Cataluña con la sentencia del Tribunal Constitucional con respecto al Estatut y sus matices, al tan llevado y traído texto que tanta polémica viene suscitando desde que el Parlamento catalán lo mandase al Congreso de los Diputados. Creo que la clase política catalana bien debiera dar ejemplo de serenidad en los tiempos que corren, de respeto a las reglas de juego que todos nos hemos marcado y de sosiego ante la resolución de algo que desde su inicio ya chirriaba.

Estamos -una vez más- ante un nuevo caso de fisura del estado de las autonomías y de los valores que encierra, curiosamente procedente de una comunidad polémica desde siempre en temas autonómicos y con un elevado grado de malos modales y corrección política entre sus dirigentes.

Parece evidente que quien sale perdiendo en todo esto, además de los catalanes -al menos eso dicen ellos- es el principal partido de la oposición, artífice del recurso cuya sentencia preveían más demoledora para los intereses de los socialistas catalanes y españoles, que al fin y al cabo era la cuestión de fondo del procedimiento que se inició en su día y que en principio no cumple sus expectativas.

Lo más trágico de todo, que la sentencia haya tardado 4 años en llegar y se hayan iniciado algunos trámites parlamentarios que pueden verse muy afectados por la resolución. Y por supuesto, el proceso de elección y renovación de cargos del alto tribunal -parte de causa de la demora- que es de pena y vergonzoso para cualquier país que se precie de tener una democracia madura y consolidada como es el nuestro.

Y tanto embrollo y jaleo, ¿Para qué?


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