Activar el cooperativismo

Esta semana he vuelto a ser testigo del fracaso que supone convocar a las cooperativas agrarias de un determinado territorio para hablar de futuro y para mostrarles algunos avances obtenidos para la resolución de sus problemas, en base a investigaciones contrastadas. El mundo cooperativo rural, especialmente las estructuras de base que siguen arrastrando la apatía y el conformismo de hace décadas, siguen campando sin rumbo fijo, movidas por inercias externas e intereses diversos, sin que en todo el proceso haya tiempo para la reflexión y mucho menos para la planificación que al menos permitirían la exploración de itinerarios diferentes.

Consejos rectores tremendamente envejecidos, repleto de personas que ostentan otras profesiones diferentes a la de agricultor o ganadero, en muchos casos cónyuges de estos, y con el 80 por 100 de sus ingresos procedentes de otras actividades prioritarias, suponen un gran obstáculo para el progreso y para la puesta en marcha de proyectos de futuro. Si a eso le añadimos, la falta de implicación y compromiso serio con los valores que supone formar parte de una cooperativa, de darlo todo por ella, y de generar una unidad estable en torno a ella, estamos aportando claramente algunas de las claves que habría que tener en cuenta en los territorios rurales a la hora de abordar muchas políticas y programas concretos, estrechamente relacionados con la actividad agropecuaria y derivadas.

Una vez más el factor humano se vuelve fundamental, pero aún más trascendente si cabe resulta la dinamización y participación social que deberíamos primar por encima de otros aspectos, no menos importantes e igualmente necesarios, pero en un segundo plano a efectos de otorgarle sostenibilidad y eficacia a un modelo, el cooperativo, con un enorme potencial de futuro. Me refiero a la necesaria tarea de remover las mentalidades, las conciencias y de sensibilizar a las personas que forman parte de la estructura cooperativa, pero no sólo y exclusivamente a los/as cooperativistas, mayoritariamente hombres. Resulta fundamental ejercer una labor de conciencia social, colectiva e incluso familiar, para que algunas decisiones importantes sean compartidas en entornos más globales. La mentalidad de un/a agricultor/a o ganadero/a no se cambia fácilmente, sin embargo a lo mejor si la de su cónyuge o de la de sus hijos/as, lo cual ayudaría en buena medida a salvar obstáculos realmente importantes, y que mucho tienen que ver con la toma de decisiones de futuro y con el sacar adelante proyectos vitales en el seno de la propia cooperativa, o del entorno en el que se mueve.

¿De qué nos sirve disponer de buenas infraestructuras, de equipamientos de alta tecnología, si finalmente no existe conciencia de venta en común, de apuesta unánime y decidida de mantener vivo un producto genuino y de darlo todo para defenderlo a ultranza ante cualquier tipo de amenaza externa o de incertidumbre? Son preguntas que - a mi modo de ver- todas tienen que ver con el elemento humano: comunicación, formación e información.

Algo estamos haciendo mal en el mundo rural y mucho tenemos que cambiar para que se activen esas mentalidades en letargo, para que surja el talento y estalle el compromiso. En ese camino en el que hemos de empezar a movernos, el papel de los jóvenes y de las mujeres, es importantísimo. Pero del mismo modo la política debe ponerse al lado del factor humano, sacrificando resultados a corto plazo y de gran impacto visual , por otros más silenciosos e intangibles, pero duraderos y sostenibles en el tiempo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Cuánta razón tienes ruralita!
Mientras que no nos lo creamos en los pueblos, nadie va a resolvernos nuestros problemas.

La mujer debería tener más peso en las cooperativas y sin embargo ¿cuántas presidentas de cooperativas o acaso en algún consejo rector, hay?

Mucho tenemos que trabajar por ello.

María.

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