Año de nieves, echa cadenas si no las tienes

Parece que cuando llega la nieve a cualquier lugar suele ser bien recibida, sobre todo por lo divertido que resulta jugar con ella, especialmente entre los más pequeños. De todos son conocidos los enormes beneficios que representa para el campo y la aportación de agua a los acuíferos y demás depósitos naturales del líquido elemento. Sin embargo, todos hemos escuchado el cierto caos que se forma, sobre todo por motivos del tráfico rodado e incluso aéreo. Personalmente, ayer comprobé en mis propias carnes el sabor amargo de este meteoro blanco que también nos juega malas pasadas, precisamente por su sorpresiva presencia y sobre todo porque nos confiamos en exceso de que otros harán el trabajo por nosotros (112, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad...) y a veces en lugares como Las Villuercas, nada más lejos de la realidad. Os relato mi pequeña historia por si os sirve de experiencia o de reflexión:

Salí de Cáceres a las 16 horas y llegué a Guadalupe a eso de las 19:30, tras un viaje bastante bueno (con presencia de ventisca y nieve durante todo el trayecto pero sin dificultad alguna) hasta llegar a Cañamero. Fue aquí cuando empezó nuestra pequeña odisea que achaco en buena medida a la falta de previsión por parte de la autoridad competente que no nos indicó en momento alguno de la gravedad de la situación, ni siquiera se cortó el tráfico que es lo que se suele hacer cuando existen dificultades serias en la vía. Continuando con esta aventura, tengo que confesar que me asusté al subir hacia el puerto (sobre todo porque íbamos la familia al completo, con dos niños uno de casi seis años y otro de cinco meses) cuando el coche parecía no querer subir y se tambaleaba de un lado para otro. Esto me obligó a darme la vuelta de nuevo hacia Cañamero con la fortuna de que encontré a Juan José Bau y a su familia y me ayudaron a colocar unas cadenas que ayer mismo estrené y que de manera providencial eché en el coche antes de salir de casa, cuatro días antes, sin que ni siquiera imaginase como iba a terminar este fin de semana.

Con cierto miedo en el cuerpo, con las cadenas puestas y con una velocidad de tortuga logré subir al puerto, bajar por Silvadillo y continuar hacia Guadalupe, con la tripulación sana y salva. Confieso que posiblemente las plegarias a la Patrona y esas cadenas prodigiosas que un buen día compré y que ocupan muy poco espacio en el coche, nos ayudaron a salvar esta situación totalmente diferente y radicalmente opuesta a esa belleza de que la nieve nos impregna a casi todos, y esa imagen de alegría que -especialmente en los más pequeños- suele llevar aparejada una nevada.

Moraleja: Año de nieves, echa cadenas en el coche si no las tienes.

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