La hora del cooperativismo

Cuando de pequeño participaba en la recolección de la aceituna siempre me hacía la misma pregunta: ¿Por qué la mitad del producto que se recogía exclusivamente por mi familia tenía que ir a parar al dueño del olivar? Después, con el paso del tiempo y de la madurez, uno se da cuenta de que en cierto modo, todo no es mucho más diferente, salvando algunas distancias que afortunadamente nos alejan de algunas prácticas que ya forman parte del pasado. El cabreo que en aquellas circunstancias se apoderaba de mi, debe ser similar al que muchos agricultores y ganaderos experimentan hoy, cuando van a hacer la compra en cualquiera de las tiendas y supermercados, y observan el notable incremento de precio que sufren sus productos y cuyo margen no se sabe muy bien donde va a parar. Junto a este hecho, la creciente subida de insumos parece estar acortando el periodo de vida de muchas explotaciones agropecuarias en la región, especialmente en momentos complicados como los que vivimos en la actualidad.

Ante esta realidad, parece lógico pensar que hay que actuar de modo inmediato, para aminorar en lo posible esta situación. Las organizaciones agrarias apuntan desde hace meses algunas soluciones, como por ejemplo una ley de márgenes comerciales, lo cual necesita de un compromiso político profundo. Sin embargo, creo sinceramente que la única posibilidad, o al menos la más efectiva y duradera en el tiempo, pasa por la concienciación y dinamización del sector. Me refiero específicamente al fomento del asociacionismo y cooperativismo agrario, como la única vía posible para canalizar y recuperar el valor añadido cuya fuga sigue generando desánimo, apatía y mucha soledad. El fracaso de ciertos modelos económicos parece dejar espacio a este tipo de estructuras basadas en la cooperación entre personas. Otorgarle valor al componente humano y utilizar esa estrategia en beneficio de un sector como el agrario, fundamental en una región como Extremadura, es un reto posible y enormemente deseable.

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