Periplos, propósitos y profecías

Todos los fines de año son similares o al menos existen elementos reiterativos. Es tiempo de hacer balances, de plantear retos, propósitos o quizás de profetizar acontecimientos inspirados en intuiciones sustentadas en argumentos poco científicos que se cobijan en algún lugar de nuestro cerebro y que posiblemente obedecen a deseos frustrados, o a ilusiones que afloran de manera especial en estas fechas. Como quiera que sea, el devenir de los años es totalmente cíclico y por tanto existe un principio y un fin, un origen y un final. Ante esta característica irreversible del tiempo y uniéndola a la condición humana - acaso por tradición o posiblemente por una necesidad espiritual para algunos, política para otros o incluso por una mezcla de todas ellas- solemos ser testigos e incluso protagonistas de un buen número de actos, declaraciones, manifestaciones y mensajes, tendentes a evaluar el pasado y augurar, al menos desde el optimismo y la esperanza, algunos acontecimientos que entendemos van a ser noticia a lo largo del próximo año.

Cada cual tiene su pronóstico y su catálogo de deseos, donde posiblemente primen los del ámbito personal, aunque no faltarán elementos relacionados con la política y con la solución a los problemas (los de siempre y los nuevos) que forman parte de la realidad social del ámbito territorial en el que nos movemos, cada vez más estrecho debido a la globalización. En definitiva, que en nuestra lista de intenciones estarán presentes el final de la crisis económica, la bajada del paro y de las hipotecas, el final de ETA y la violencia de género, y algunos más. Lo más complicado es predecir cuáles habrán de ser los acontecimientos más destacados del año, y ahí ya entraríamos en el terreno de los adivinos y de las pitonisas, en el que aún no me desenvuelvo y en el que ya existen un buen número de iluminados ocultistas. Lo más importante, y ahí quería llegar, es que mi deseo para este nuevo año 2009 no es otro que el de paz y prosperidad para todos.

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