Vuelve el botellón a la Acimelería

Hace unos días, concretamente el pasado día 12 de agosto, se celebraba el "Día Internacional de la Juventud", una jornada interesante para la reivindicación del protagonismo y el compromiso de los jóvenes en la sociedad, pero también una ocasión para abrir nuestros oídos a sus inquietudes, a sus demandas y a sus problemas. Escuchaba entonces a un representante juvenil hablar de la hipocresía con que se trata a los jóvenes desde ámbitos como la política, donde sobre el papel se planifican y articulan medidas para ellos, y a la hora de la verdad, son siempre los grandes olvidados, salvo contadas excepciones.

No les falta razón a quienes hoy ocupan el lugar que algún día ocupábamos quienes ya no somos tan jóvenes, y sobre todo mucha culpa de que esto sea así la tenemos, directa o indirectamente, las personas o generaciones que estamos a un nivel superior, que por la propia dinámica de nuestros quehaceres y responsabilidades les dedicamos poca atención, y cuando se la dedicamos lo hacemos a buen seguro con prejuicios y con pocos conocimientos sobre la realidad que les ha tocado vivir.

El botellón es ya un fenómeno social, que está en todos los lugares y que forma parte de las nuevas generaciones de jóvenes. Se trata de un tema peliagudo y ampliamente estudiado por expertos, que parece surgir como una respuesta de los jóvenes a los precios abusivos de los establecimientos de ocio y como una medida de ahorro, algo que parece lógico y comprensible. Al margen de esta justificación pueden existir otras que vinculan este fenómeno a cuestiones que se refieren a "una dimensión expresiva, la de sacar lo que tienen dentro, fuera del ámbito de los adultos, y les aporta una ilusión de comunidad, de sentir que forman parte del grupo" (Mariano Fernández, Sociólogo de la Universidad de Salamanca). Por otra parte, los que hemos sido adolescentes sabemos del componente de rebeldía que nos invade.Se trata de un elemento interno, casi incontrolable que forma parte de nuestra vida y que en cierto modo nos cautiva casi hasta el secuestro. De hecho, el botellón no lo hacen cuatro jóvenes rebeldes, porretas o como quiera que se les llame. Aquí participa todo el grupo: los buenos y malos estudiantes, el que trabaja, el que está en paro, absolutamente todos, lo que da idea de la dimensión social y de la relevancia que este fenómeno tiene.

Evidentemente, la visión negativa que la sociedad en general tiene, se debe a fenómenos como el ruido que se genera en la concentración, la suciedad, los actos vandálicos que puedan surjir tras la ingestión de alcohol, las consecuencias para la salud, la edad con la que se bebe, etcétera... Son estas consecuencias la que encienden todas las alarmas, y las que generan opiniones hipócritas y contradictorias, las que nos hacen emitir juicios de valor equivocados y las que en muchas ocasiones, nos predisponen a oponernos s¡n más.

Alguien decía que a la política sólo le interesan los jóvenes sólo cuando molestan, y quizá esa afirmación deba servirnos para reflexionar y para al menos, ponernos de su lado o al menos, frente a frente, para unir esfuerzos y acercar posturas, para que la política, de la misma manera que se acerca a todos los estratos sociales, también lo haga con los jóvenes. En este sentido, las leyes están para cumplirlas, como es el caso de la Ley 2/2003, de Convivencia y Ocio de Extremadura. Concretamente esta Ley dice textualmente en su artículo 15:

No se permitirá el consumo de bebidas alcohólicas en las vías y zonas públicas, salvo en aquellos espacios dedicados al ocio autorizados expresamente por cada Ayuntamiento, siempre que se garantice por estos el cumplimiento de todas las previsiones de esta Ley, y, muy en particular, la prohibición establecida en el artículo 9 y el derecho al descanso y a la convivencia ciudadana.

Esta mañana el Ayuntamiento de Guadalupe celebraba una reunión con los jóvenes para tratar el asunto del botellón, un controvertido tema que resulta complejo abordar, pues en él influyen muchos factores, pero que parece obvio se resuelve si existe una voluntad firme de hacerlo, con el diálogo, el consenso y el compromiso de estar dispuesto a ceder hasta donde se pueda. Parece que al final se ha consensuado que el botellón vuelva al lugar prohibido. Me hubiese gustado que a los vecinos afectados también se nos hubiese preguntado, lo cual o significa que me hubiese opuesto al botellón (a lo largo de mi exposición se expresa claramente mi postura). Creo que este asunto también nos incumbe, a quienes lo sufrimos desde el otro lado, a pocos metros de nuestra ventana. También somos ciudadanos afectados y al menos en esta ocasión no se nos ha dado la palabra. En cualquier caso espero que al menos de momento, las aguas vuelvan a su cauce,y que todo sea por la convivencia pacífica y el bienestar de todos, especialmente de los más jóvenes, aunque eso nos cueste algún que otro desvelo durante algunos días. Al final lo importante es que todos, en mayor o menor medida, se han ido contentos.


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