Tres años después


Ayer, Víctor Pizarro, nos recordaba en su blog que hace ahora tres años, Guadalupe y la comarca de Las Villuercas, estaban ardiendo.¿Quiénes de los que fuimos testigos directos del evento, no recordamos aquellas trágicas horas, con pico Agudo en llamas y con lo puesto y algunas cosas más en el hall de la casa, esperando a salir pitando, pues los aparcamientos de la Acimelería estaban llenándose de autobuses?¿ Quiénes no recuerdan la tragedia de nuestros vecinos de Navalvillar de Ibor que tuvieron que dejar sus casas e irse a Navalmoral, o a los vecinos de Cañamero o de Alía? Realmente aquella jornada, donde por primera vez divisé sobre el cielo de Las Villuercas a los famosos hidroaviones del Ministerio de Medio Ambiente, fue espeluznante. Aquella misma noche, escribí una carta a mi hijo César y a todos los niños de la comarca, que envié al periódico Extremadura, y que me publicaron y me sirvió para abrirme un hueco entre los columnistas de este diario regional extremeño.

Realmente fueron momentos de agobio, de desesperación y de mucho sentimiento de apego al terruño y a lo nuestro. Desgraciadamente, los días posteriores también fueron duros, porque el paisaje, la muerte que deja el fuego, el rastro negro y el olor a ceniza, nos despejaba las dudas y nos mostraba la dimensión de la tragedia, especialmente entre las especies de fauna salvaje, la vegetación y también el daño a los cultivos.

Aquellos días todo parecía estar de parte de las personas que habían perdido algo, los políticos vinieron a la comarca y se jactaron de difundir y de predicar con ayudas millonarias y con muchos planes de futuro. Hoy, todo se reduce a algunas actuaciones y a la puesta en marcha de planes forestales, que ya estaban previsto hacer. Las gentes sencillas y ciudadanos de a pie, aún esperan a que les ingresen los cuartos y les reparen los daños materiales que el fuego les causó.

Al final, todos perdimos algo. Espero que jamás se vuelva a repetir.


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