Amor para todos los gustos


Hoy se celebra el Día de los Enamorados, San Valentín, que cada 14 de febrero pretende reivindicar en la humanidad, al menos en la sociedad occidental, la necesidad de que no basta con quererse, amarse o respetarse, sino que además hay que demostrarlo. Parece más que evidente que se trata, sin duda, de una fiesta un tanto distorsionada, al menos manipulada para quienes a golpe de reclamo publicitario, encuentran en esta fecha otro álgido momento de incrementar ventas y tentar los bolsillos, para seducir a quienes ansían comprar ese regalito que tanto le gusta a mamá, a la señora, a la pareja o a aquel amigo al que tanto queremos.

A pesar de esta visión capitalista de la fiesta, irreversiblemente impuesta, es una buena ocasión para reflexionar sobre el amor, sobre los distintos tipos de amor que existen, o que al menos uno ha vivido en carnes propias, y que no siempre tienen que ver con la relación afectivo-sexual entre un hombre y una mujer (heterosexuales), entre dos hombres o dos mujeres (homosexuales) o un poco de todo. El amor, creo yo, va mucho más allá de esto, y es tanto más rico cuanto más vertientes tiene, y tanto más satisfactorio y pleno, cuanto más nos dejamos guiar por sus siempre placenteras sensaciones, a veces de tipo sexual y otras veces más bien de tipo espiritual.

Como el día de San Valentín se suele emplear más para expresar o manifestar las cualidades y la necesidad de alimentar el amor de pareja, no me detendré lo más mínimo en este aspecto, algo que dejo para la intimidad para con ella. Sí lo haré con respecto a esa tipología de amor, que solemos denominar amistad, que viene a ser otra manifestaciòn amorosa más, en la que dos personas establecen una relación de confianza, respeto, tolerancia, admiración, etcétera, que les une profundamente y les provoca una dependencia sentimental, alejada de connotaciones sexuales, y que genera un clima idóneo de diálogo y de entendimiento, a veces infinitamente más profundo que el que existe en la propia pareja, y que establece una fortaleza emocional de una intensidad demoledora, en ocasiones, incluso sin llegar a tener un contacto físico. Parece increíble, pero así es, muchas amistades de hoy día se forjan o nacen al amparo del messenger, el correo electrónico u otros medios cibernéticos, con tal fuerza que parece que existiese algo sobrenatural, que no logramos explicar desde lo humano, y que evidencia -por lo que me cuentan e incluso veo-que la amistad no entiende de dogmas ni de reglas predefinidas.

Por último, no podía dejar de lado el aspecto cristiano, el amor al prójimo, el amor a los demás, que tiene su fundamentación, o al menos así lo entiendo yo, en lo anterior, y que es otra relación, quizá no tan estrecha, basada en muchas ocasiones en valores heredados, en mucho sentido común y en una bondad y generosidad constante, en una perseverante búsqueda de la paz y del bien hacia los demás, en la disposición y entrega hacia los más débiles y necesitados, y sobre todo en disponer de la humildad suficiente para comprender y asimilar conceptos de fe, que no todas las personas viven y que nos suelen cautivar para siempre. Se trata, por tanto de otra dimensión, con aspectos humanos y divinos, pero con un poder amoroso intenso, del cual si nos impregnásemos mínimamente toda la humanidad, otro gallo nos cantaría en cuanto a conceptos de hermanamiento, de paz, de libertad, de solidaridad, y ahora que está tan de moda, esta alianza de civilizaciones sería algo que no se tendría que impulsar, ni usar en beneficio personal o público de unos cuantos, sino que no tendríamos que hablar de ella, porque sencillamente no nos haría falta.

En conclusión: amores los hay a porrillos, la cuestión es que de manera individual, cada cual intente cultivar el mayor número posible de ellos, pues eso será sinónimo de una mayor grado de felicidad y una vida mucho más saludable, al menos en lo emocional.



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