Uruguayos en Aldeacentenera

Suele pasar que en determinadas ocasiones uno se siente orgullosamente útil para las personas, y tremendamente agradecido con los gestos y las palabras de cariño que se reciben de quienes a golpe de ánimo y aliento, una pizca de esperanza o de luz en la oscuridad, logran soñar con transformar su realidad más cercana. Esa es la sensación que acabo de sentir cuando he vuelto de un lugar maravilloso, solidario donde los haya como es Aldeacentenera, un pueblecito emprendedor y muy humano, que sabe mucho de acogidas, de sencillez y también de cercanía con la gente. Su ayuntamiento, que preside Kiko, es un ejemplo de municipalismo y de el "topalantismo" que algún joven inventó para definir que las cosas hay que hacerlas cuando son necesarias salvando todas las trabas que existan sin cejar en el empeño. En un lugar de ensueño, asentado sobre la dehesa boyal, el Ejido, han logrado crear una reproducción de un castro celta, al que le están dotando de servicios y de vida, gracias al trabajo de mucha gente que a través de programas de formación, buena voluntad y algún que otro apoyo institucional, están sacando a flote, y puedo vaticinar que será -ya lo es- un referente mundial en turismo rural.

Con este escenario de excepción solo faltaba estar en buena compañía y eso es lo que el destino me ha regalado con el contacto con varias personas uruguayas que gracias a un proyecto de cooperación han llegado hasta Extremadura, y cómo no también a estrechar la mano con gente de FELCODE y un blogger de la Aldea, Vicente Gutiérrez, con el que he soñado y he vislumbrado un proyecto de participación interesante para la comarca de Las Villuercas. Estos uruguayos a los que me refería son nada más y nada menos que un grupo de intendentes departamentales, que vienen a ser como presidentes de una Diputación. Realmente cuando les presenté nuestros proyectos e intercambié con ellos algunas palabras en torno a este asunto no dudaron en preguntarme sobre cuestiones importantes, sobre pistas y caminos por descubrir en aquel país, sobre oportunidades que tenemos al alcance de nuestra mano y que no debemos dejar escapar.

Es posible que la cooperación que entiende la mayoría de las personas se base en ayuda humanitaria o en atenciones sanitarias o alimentarias. Sin embargo, creo que la cooperación que Extremadura puede y debe apoyar es aquella que se base en capital humano, en intercambio de ideas, en mejora de estructuras sociales y en compromisos que supongan beneficios humanos, tras los cuales indiscutiblemente llegaran los económicos, necesarios para poder vivir en un mundo globalizado. Hoy, le contaba a Kiko que vemos demasiado lejos a estos países y nos implicamos demasiado poco en proyectos con nuestros países hermanos, con Iberoamérica, aquella tierra con cuya conformación los extremeños tuvimos mucho que ver, en lo bueno y en lo menos bueno. Realmente el saber que existen territorios al otro lado del Atlántico, donde no existe una frontera de la lengua, que nos necesitan y desean aprender de nuestras prácticas y métodos, como es el caso del desarrollo rural, uno se siente muy bien y al menos en estos foros, se enorgullece de haber participado en un proceso, que ahora parece tener importancia y la tiene, como modelo a exportar a otras zonas.

Espero que el intercambio de tarjetas que he tenido con Alberto, Gerardo, Julio, Ramón, Tabaré y el resto, me ayuden a conocer un poco más Uruguay y a profundizar en esas comunidades humanas que mucho tienen en común con Extremadura, como Salto, Rivera, Artigaso o Treinta y Tres, y sobre todo estos y otros ecuentros, ayuden a Extremadura a liderar un proceso, el de la cooperación, cuyo futuro creo necesario y crucial para abrir nuevas vías económicas, sociales y también tecnológicas.

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