La Cañada de la discordia

Recuerdo con cierta nostalgia mis recorridos por las Cañadas Reales, espacios públicos creados en los siglos VI y VII, y hoy escenarios -la Cañada Real Galiana- de duros enfrentamientos entre dos mundos: uno que suspira por sobrevivir en las más duras condiciones que ser humano pueda sufrir, y otro que a golpe de poder, y de manera desproporcionada pretende hacer cumplir una ley, que según de quién se trate, es más o menos severa y contundente.

Durante todo el fin de semana no he dejado de pensar en esas imágenes, que a buen seguro han sido vistas en todo el mundo, en las que un policía se enfrenta a una mujer con una criatura en brazos, las imágenes de los inmigrantes o gentes humildes lanzando gorrones contra la policía, las heridas que algunas cabezas, y también alguna mandíbula, han sufrido como consecuencia de este vergonzoso espectáculo que pudimos seguir a través de la pequeña pantalla, y que después hemos conocido un poco más a fondo a través de los documentales que nos han ido emitiendo, aprovechando ese morbo que parece que nos producen estos hechos.

Se sentirá orgulloso el alcalde de Madrid y la Presidenta de la Comunidad, se sentirán orgullosos algunos ciudadanos, viendo estas imágenes y disfrutando como se quitan de encima un problema que ellos mismos han generado, dándole la espalda hace años, mirando para otro lado cuando estaba iniciándose y permitiendo el asentamiento de estas gentes en el lugar que están, porque claro está que allí daban menos guerra y dejaban de ser un problema.

La situación no ha hecho nada más que empezar y me temo que si la sociedad no se echa encima de estos "supuestamente demócratas y solidarios" esto va a acabar mucho peor. En vez de tanta mano dura a destiempo, preocúpese de que esas gentes tengan las condiciones mínimas resueltas y después habléles de desahucios, derechos y propiedad. Mientras eso no lo haga, su gestión en la ciudad será todo lo buena que dicen que sea, pero su condición humana dejará mucho que desear.

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