Desembarco en sierras y llanos

Mañana, 12 de octubre, comienza el desembarco del ejército de cazadores en los montes extremeños. Según el suplemento de Caza y Pesca, que hoy mismo regala junto con el diario el Periódico Extremadura, unos 100.000 cazadores pueden iniciar este fin de semana la práctica de este, deporte para unos y vicio para otros.

Realmente y por lo que observo a mi alrededor -pues Guadalupe y en general toda la comarca son uno de los principales cazaderos de Extremadura y de España- creo que existe demasiada euforia y mucha afición, en ocasiones en exceso lo que se traduce en casi una enfermedad crónica de la que nunca se llega a salir. Por lo que me cuentan en ocasiones es tan grave que se apodera del cazador hasta el punto de que se olvida del trabajo y de la familia y sólo sitúa su mente en el próximo puesto o montería en la que podrá estar. También me cuentan que la temporada de caza le cuesta a los caprichosos y a las arcas familiares un riñón y parte del otro, incrementándose en la temporada los préstamos personales para equiparse a la última y sobre todo para armarse hasta las orejas. Según me dicen algunas lenguas, impregnadas del mismo aroma y espíritu del hombre de las cavernas de Altamira, el alcohol forma parte de la rutina y al final de la jornada siempre se caza algo, aunque sea una buena cogorza.

También me han dicho que siguen existiendo los cazadores vocacionales, de perro y escopeta, de costumbres solitarias y un tremendo amor por la especie cinegética, respetuoso con los ciclos y normas que la madre naturaleza que rigen la vida de los animales como la de cualquier ser vivo. Estos, a veces denominados románticos, suelen ser una minoría y detestan las masificadas formas de acechar a las reses que tradicionalmente se reservan a la montería.

Otros en cambio, comentan en los bares, les sube la adrenalina cuando con nocturnidad y alevosía esperan, con la complicidad de algún cebo o reclamo, que algún reconocido trofeo en forma de cuerno o colmillo se cruce en su camino para sesgarle la vida, y con ello sentirse plenamente realizado.

En polos radicalmente opuestos nos encontramos quienes preferimos ver a las especies en otro tipo de lances. Por ejemplo cuando recorremos algún viejo camino público o simplemente gustamos de ver en vivo o de fotografiar a estas especies, disfrutando del factor sorpresa y del disfrute que suponen los pocos segundos que suele durar la escena. Me incluyo yo también en el grupo de los que han sufrido algún percance accidentado mientras circulaba camino al trabajo.

En fin que la caza, o mejor dicho las especies cinegéticas, dan de sí para muchos juegos. Unos juegan a la caza, otros a matar, otros a disfrutar y otros a observar. !De todo hay en la viña del Señor!

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