La llamada que no cesa

Aprovecho la inspiración de un comentario realizado en el blog de Guillermo Fernández Vara, para adentrarme en el mundo de la inmigración y en la problemática social que parece haberse iniciado en la extremeña Tierra de Barros con motivo de la vendimia. No sé si sabéis que a raiz de la campaña vitivinícola han aflorado en municipios de esta comarca extremeña una serie de asentamientos rumanos, de familias enteras que han llegado -creo yo- con el objetivo de ganarse unas perritas y tirar unos meses. Evidentemente se trata de personas que no tienen permiso de trabajo y cuya contratación sería providencial para los empresarios extremeños, ansiosos de contar con la mano de obra para poder hacer frente a la campaña, por supuesto que porque los lugareños no participan en la misma, posiblemente por la temporalidad que supone y condiciones laborales que dejan mucho que desear.

Realmente detrás de todo esto existe algo que no cuadra y que obedece al hecho de que no alcanzo a entender el por qué estas personas llegan a un lugar determinado en masa, y no tienen el asesoramiento necesario para saber las exigencias de la ley y además, se lanzan a la desesperada hacia un pozo sin fondo. La palabra mafia y todo lo que eso conlleva creo que es la respuesta, al menos así lo intuyo. Ante esta situación poco se puede hacer, al menos desde lo individual. No así en el plano público, donde se deben gastar todos los esfuerzos necesarios para intentar despejar las conexiones entre esas mafias y las personas que a golpe de engaño se lanzan a la desesperada hacia cualquier lugar.

Una situación desgraciadamente muy común en los últimos tiempos, yo diría en la última década, cuya salida parece estar lejos, fundamentalmente porque existe cierta complicidad con el fenómeno. No existe "efecto llamada" si no hay quien está dispuesto a violar las reglas y lanzarse a la clandestinidad. Todo por un puñado de monedas más, sin pensar en todo lo que está detrás y en las vidas que se pierden por el camino.

Parece mentira que la historia nos enseñase muchas cosas de la esclavitud, del feudalismo y de otras situaciones similares, nos hayamos desecho a golpe de revoluciones de ciertos lastres y todavía, en pleno siglo XXI, con tanta globalidad y tanta modernidad, las personas sigamos pensando tan poco en los demás y estemos dispuestos, en algunos casos, a sacrificar vidas inocentes sin que ello nos duela.

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