Un paseo por el corazón de Las Villuercas


Esta mañana temprano, cuando aún el astro rey no había hecho aparición entre las cumbres cuarcíticas de Las Villuercas abandoné la Puebla por el camino del Mato, en dirección a la sierra tras vadear el denominado “Arroyo del Águila” que por el “Higueral” se acerca a estas latitudes, y lo hacía con el único objeto de revivir momentos del pasado en los que uno se sentía senderista y gustaba de recorrer caminos, cordeles y veredas, para además de disfrutar de la naturaleza y el paisaje, estudiar y reconocer posibles rutas de uso turístico.Como si de una vuelta al ruedo se tratase, desempolvé mis viejas botas de montaña y me equipé con prismáticos, brújula y otros artilugios de aquellas épocas, para intentar la gloria de finalizar una etapa que, al menos sobre el topográfico, parecía si no dura un tanto larga para mi baja forma y mi extinguida costumbre de transitar estas vías campestres.


Sin pensar demasiado en cuál iba a ser mi reacción me puse manos a la obra y comencé a levantar el polvo del camino que el estío acumula para atravesar bosques de castaños y robles, subir empinadas pendientes, avistar unas ciervas curiosas y sacudirme algunas moscas al bajar, “Guadalupejo” abajo, la denominada “Ruta de los Molinos” inmerso en un espeso bosque galería de alisos, fresnos, vides silvestres y mucha zarzamora, que denotaba el penoso estado en que se encontraban algunas veredas que en alguna ocasión conducían al lecho de este río, afluente del Guadiana con nacimiento en plena sierra de Las Villuercas, cuyo cauce han catalogado como “Corredor ecológico”.

Realmente, los viejos molinos existen pero se resisten al desplome entre la vegetación exuberante que les roba el terreno. Al acercarme a alguno de ellos, parecía imaginar el sonido de la rueda al paso del agua y el trajín de las caballerías sacando la carga. Además, muchas zonas de las que antes eran interesantes itinerarios ahora son continuos carteles de prohibido el paso o de algo similar que, a buen seguro de manera injusta e ilegal, utilizan quienes pretenden dominar lo indómito.


Mucho ha cambiado este recorrido en pocos años, pero a pesar de todo, merece la pena el madrugón, el dedicar un tiempo de vacaciones para volver a encontrarse con algunos rincones del entorno de la Puebla. Las tres horas que ha durado mi viaje, casi sin esfuerzo, me han servido para despertar aquella vieja pasión que un buen día me llevó hasta la Serranía de Gredos o a recorrer la Cañada Real de la Plata. Son sin duda buenas costumbres que nunca deberíamos perder y que nos hacen ser más sensibles con nuestro entorno, y mucho más respetuosos con él.

Lo que es la vida, mientras yo disfruto de la naturaleza, en Perú, la naturaleza enojada por la mano de un hombre sin control que cada día maneja y destruye el planeta, no ha tenido más remedio que desahogarse con cientos de cadáveres y miles de personas afectadas...


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