Lo verdaderamente importante

Apenas dos días me separan de la entrada anterior y comienzo a sentir el mono que me provoca la cierta dependencia que mantengo con respecto a la escritura. Hoy, mi intención era hablar de una asunto polémico en los últimos tiempos, al que no quisiera dejar de lado, sino que simplemente aparcaré porque esta misma mañana un hecho concreto me ha hecho cambiar de rumbo.

Mientras desayunaba con los míos y al otro lado de la ventana he visto pasar a una familia, uno de cuyos miembros, de muy corta edad, era transportado en una silla de ruedas, por padecer algún tipo de discapacidad severa, al menos aparentemente. La cuestión es que la mirada que hemos intercambiado Ana y yo, ha sido suficiente para reflexionar sobre lo dichosos que hemos de sentirnos y el privilegio que se nos ha otorgado con nuestro hijo, que gracias a Dios, crece con normalidad.Hemos dialogado sobre la importancia que le damos a cosas que realmente, cuando observas situaciones de estas, no son sino trivialidades o incluso diríamos obsesiones sin fundamento. Me refiero a cuestiones que pretendemos controlar anticipándonos, como por ejemplo la educación y las relaciones sociales, la fijación en facilitar y despejar ciertos caminos a los pequeños, cuando se trata de elementos que ellos mismos han de explorar y descubrir. Perdemos el tiempo y nos quebramos la cabeza por asuntos que, al lado de este, son sencillamente absurdos, por pequeñas cosas que son infinitamente menos importantes que la salud y a las que le asignamos un valor sobredimensionado.

En cualquier caso este tipo de testimonios, estas situaciones posiblemente "dramáticas", han de hacernos más humanos. Eso sí es un reto, eso sí es una forma de vida influenciada y tremendamente condicionada a un problema, al menos creo que así debe de ser.Por eso, cada vez que no se respetan las normas de construcción y accesibilidad, cuando no toleramos desde la conciencia ciertas desigualdades y nos hacemos cómplices de ellas, nos alejamos mucho del verdadero sentido de la vida, de la condición humana y nos convertimos de algún modo en verdugos, no sólo de quienes sufren en primera persona este tipo de discapacidades, sino también de los que las comparten desde el amor y la entrega diaria que supone, asumir como propia la debilidad de un ser cercano y querido.


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