El comercio de toda la vida

No sé si lo que me sucede cada vez que visito una gran superficie es normal o no. El caso es que cuando paso mucho tiempo empujando el carro y recorriendo cada una de las secciones de cualquier establecimiento de estos, acabo con un cuerpo un poco raro, algo así como la fatiga de una jornada laboral intensa y sin descanso, o quizás peor aún. La cuestión es que no sé si desgraciada o afortunadamente, en muchas ocasiones tenemos que visitar estos espacios comerciales, por motivos de ahorro y también porque en los pueblos en los que vivimos solemos carecer de algunas cosas, lo que nos hace cómplices del deterioro que sufre el pequeño comercio, “el de toda la vida”, y que está en peligro de extinción, sobre todo porque no generamos demanda y porque al no generarse demanda los precios suelen dispararse, con las consecuencias que esto tiene para los consumidores y para los propios comerciantes.

Realmente creo que sería necesaria la revitalización del pequeño comercio en pequeños municipios rurales, potenciando la creación de mercados locales, de apertura diaria, en los que además de productos autóctonos y genuinos de temporada, pudiésemos adquirir esas otras mercancías que en muchas ocasiones nos hacen desplazarnos a decenas de kilómetros. Para eso hace falta un apoyo decidido de la administración, incentivando estos, llamémosles “mercados rurales”, y la instalación de pequeños comercios multisectoriales que apostasen por esa venta directa, por revivir ese modelo tradicional de relación comercial en los pueblos, y lo más importante, que todos y cada uno de los que aquí vivimos seamos responsables a la hora de elegir donde hacer la cesta de la compra, porque no hemos de olvidar que una de las mejores formas que tenemos para poder contribuir al desarrollo de las zonas rurales es precisamente apoyando de algún modo la generación de riqueza y de valor añadido en el entorno más cercano, evitando con ello el cierre de locales singulares, y de paso, algún que otro susto al volante.

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