Compromiso con el medio rural

Hace pocos días, cuando convocados por el director de la banda de música a la que pertenezco, nos citamos en el local de ensayo, me di cuenta de la necesidad acuciante de impulsar medidas a todos los niveles que permitan la renovación generacional en nuestros pueblos. Por primera vez en 25 años de trayectoria una importante cita musical se ha suspendido como consecuencia de la falta de personal, puesto que en su mayoría los componentes de la agrupación son estudiantes o trabajadores que están fuera de la localidad.


Este hecho, para nada aislado, no viene sino a corroborar el comienzo de una posible regresión poblacional como consecuencia de un éxodo rural iniciado hace años y cuyos efectos empiezan a sentirse en todos los ámbitos, indicándonos muy a las claras que se han de fortalecer e incluso complementar las medidas impulsadas hace algunos años por las diferentes administraciones. En este sentido y tras profundizar en la lectura del Anteproyecto de Ley para el Desarrollo Sostenible en el Medio Rural, al que he tenido acceso, he atisbado una ventana al optimismo y a la esperanza, que se traduce en un interés mayor si cabe por el mundo rural, por el sostenimiento de los pueblos, su entorno natural y sobre todo por el capital de más alto valor que tiene este medio, el componente humano, que es, al fin y al cabo, el principal motivo que justifica el desarrollo rural.


Desde que los Grupos de Acción Local comenzaran su andadura en Extremadura a principios de los 90, y hasta la actualidad, siempre han basado sus estrategias de desarrollo comarcal o local en tres pilares: el territorio, el grupo y el programa. Esa trilogía supone que la población local que habita el territorio se ha de organizar (grupo) para planificar cuáles han de ser las medidas y acciones ha implementar en un periodo determinado (programa), fomentándose por tanto la participación social y la libertad de decisión sobre cuáles son las prioridades para un determinado espacio, empleando fundamentalmente los recursos endógenos y los recursos económicos (públicos y privados) que se ponen a su disposición. A esa novedosa fórmula de gestionar y ejecutar se le llamó filosofía, enfoque o método LEADER.


La futura Ley que apruebe el Congreso posibilitará en cierta medida la aplicación de esta nueva fórmula de desarrollo en todo el territorio nacional. Nos habla de territorios rurales e incluso se establece una clasificación en función del número de habitantes, la renta, el distanciamiento de áreas urbanas o de la densidad de población. También se hace referencia a la planificación, concretamente se emplea el término programación para el desarrollo sostenible y se establecen prioridades específicas, y una serie de medidas, que a mi modo de ver son poco innovadoras y muy en la línea de lo que se viene haciendo en los últimos años, eso sí adaptadas a las connotaciones propias del medio rural, y cuya aplicación dependerá como casi siempre de un importante componente político. Se trata sin duda de un paquete de medidas amplio y generoso, que al menos sobre el papel no denota nada nuevo, y cuyo éxito dependerá en mayor o menor medida de las exigencias y demandas de los propios territorios, o de las fórmulas innovadoras que se generen por parte de quiénes han de liderar el proceso, que no son otros que los propios ruralitas, quiénes han de asumir el compromiso personal, individual y colectivo, de mantener intacto el medio y de tolerar y admitir la presencia de un mayor número de personas que puedan llegar desde fuera, que contribuyan a esa necesaria repoblación.


Entiendo que el éxito de la aplicación de este texto, cuya aprobación llegará en poco tiempo, está en que las Comunidades Autónomas tengan en cuenta a la gente, la permitan participar, cuenten con todos los agentes implicados y apuesten de manera firme y convencida por un mundo rural con más oportunidades para quiénes viven allí o para quiénes decidan hacerlo. Se trata de que se establezcan mecanismos de democracia participativa, donde se escuche la voz de los pueblos y de sus vecinos, se establezcan foros de opinión y de planificación cooperada, que no supongan ningún tipo de amenazas para quién asume el poder. Soñar es posible mientras exista la vida, y por ello el sueño del mundo rural pasa por superar los lastres que aún le impiden caminar con normalidad, eso sí pensando siempre en las generaciones venideras y en preservar todo aquello que siempre nos ha caracterizado como pueblo, como comarca o como región.


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